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Después de cinco años de experiencia en Producción Audiovisual, la carrera que estudió en la Javeriana, Carlos Torres quiso darle un giro a su vida y tomó la decisión más arriesgada y emocionante: abandonar todo lo hecho en Colombia e irse a Burdeos, Francia. ¿A qué? Lo supo varios días después de su arribo: a estudiar somelería. 

Era una bonita oportunidad. Al fin y al cabo estaba en la ciudad donde se producen los vinos más exclusivos del mundo. Aprendió francés como pudo, se presentó a somelería y se graduó dos años después. A los pocos días, comenzó a trabajar como sommelier en hoteles y en los restaurantes La Grande Maison y La Grande Vigne, en Burdeos, ambos reconocidos con dos estrellas por la Guía Michelin. 

Este sí fue el comienzo de una nueva vida para este experto en vinos con dos nacionalidades, colombiana y chilena, pues logró sumergirse en las entrañas del mundo de los tintos, blancos y rosados, en Francia, desde la somelería de muy alto nivel. 

No contento con esto, decidió unir su experiencia en producción audiovisual, su gusto por la música, la interpretación de instrumentos como la batería y la percusión, su pasión por el jazz y la somelería para dedicarse a investigar, paralelo a su trabajo, cómo afecta la música a la percepción del vino. Y es un estudioso incansable del tema. 

Hace poco regresó a Colombia con el ánimo de compartir su experiencia, conocimientos y pasión por una de las creaciones más antiguas y nobles de la humanidad. Hoy en día, como Jefe Sommelier del Grupo Seratta, se dedica a generar una cultura del vino alrededor de la música, de los vinilos, pues para él esta es una historia de amor que nunca termina.  La música y los vinos son inseparables.